Tórtola

British Virgin Islands

ROAD TOWN 

Creo que la arribada del "Rebeca", mágnifico 50 pies armado y mimado por Fernando, a Road Town (Tórtola, BVI), ha sido de las que más he deseado.

Conseguí enrolar a Alex, Capitán del Ézaro, un tanto a regañadientes en Boca Chica, República Dominicana. Habíamos cruzado ya el Canal de la Mona cuando, entrando ya en aguas de Puerto Rico, el motor del Rebeca comenzó a perder revoluciones y, por tanto, potencia y velocidad. Temíamos que acabase por pararse, pero estábamos en aguas estadounidenses y no disponíamos de visa, ni para nosotros ni para el barco. Entrar en una marina allí iba a suponer un gran lío administrativo. El puerto recalable más próximo estaba en Tórtola, entrando ya en territorio británico y, por tanto, CE. En caso de avería total en el motor, la opción de dar la vuelta y volver a vela a la República Dominicana estaba siempre presente.

El filtro del gasoil estaba atascándose y no había repuesto a bordo. Lo manipulábamos y conseguíamos que subiese de nuevo las revoluciones. Unas millas después volvían a bajar y volvíamos a repetir la operación. Afortunadamente esas aguas están resguardadas y no había mar. Aún así tardamos 4 días en cruzar Puerto Rico y el rosario de Islas Vírgenes USA. 

La primera isla europea que alcanzamos fue Norman Island y allí, en su Privatter Bay, nos cogimos a una boya y descansamos un día completo. A la mañana siguiente cruzamos el canal y a primera hora de la tarde estábamos amarrados en Road Town.

El primer día fue de celebración de arribada en locales impensables en los que los trabajadores jamaicanos escuchaban "calipso", genero musical apreciado por Alex, pero que siempre me ha sonado a caja de grillos. Los siguientes ya fueron días de trabajo. Allí había recambio de todo y en pocos días tuvimos el motor del Rebeca totalmente saneado. 

La próxima recalada sería en Virgin Gorda, pero Alex, muy al tanto de cualquier evento festivo-musical, se había enterado de una costumbre  muy arraigada entre los navegantes de esas aguas y que, oh! casualidad, se celebraba en un par de días. Se trataba de la celebración de la luna llena que cada 28 días se llevaba a cabo en Trellis Bay, al norte de Tórtola. "Bueno, eso está casi de camino", pensé.


THE LAST RESORT


Magnífico Beach Bar, asentado justo en la pequeña isla que la Trellis Bay tiene en su centro. El contexto es ya espectacular: La bahía rodeándote por todas partes, repleta de veleros, con sus luces de fondeo en el tope de sus palos emulan una gran tarta de cumpleaños cuyas velitas se mecen en la noche. Solo puedes llegar allí en un bote, de modo que en su pequeño embarcadero, sobre el arrecife de coral, hay movimiento de dingys que van y vienen. Unos que se marchan después cenar allí y otros que llegan para ser allí donde tomen una copa.


El Last Resort da buen servicio en todos los palos que toca. No probé su restauración, pero los que allí estaban cenando parecían disfrutarlo. La música en vivo la oí desde el Rebeca, cuya popa apenas estaba a 60 metros de allí. Lo que si probe, y repetidas veces, fue su coctelería. Agíl y sin pretensiones, pero si de muy aceptables combinaciones hechas sin florituras pero usando la coctelera. Su "French Kiss" estaba realmente delicioso.


El Alma Matter del local resulto ser el cobrador de la boya a la que nos amarramos. Cuando vino a cobrar sus US$30 nos dio todo tipo de detalles de cómo llegar con el dingy hasta el embarcadero sin tener percances con la hélice en pequeño arrecife, así de la actuación del dia y, obviamente, añadió que el local "se ponía muy bien" y que no dudásemos en tomar allí la primera copa. Copa que él mismo nos prepararía y serviría en la barra.


La noche se alargo allí y ya no fuimos a ningún otro sitio. Algo que hubiese sido inútil puesto que gran parte de los que trabajaban en los otros locales estaban allí tras cerrarlos ya avanzada la madrugada.

FULL MOON PARTY


Desde primera hora de la mañana se notaba un movimiento en los locales de la playa que, incluso sin haber estado nunca allí, se adivinaba que era algo excepcional. Todo el mundo estaba preparando algo. Las parrillas de la BBQ, las bolas de hierro con leña y cartones dentro, mesas y sillas bajo las palmeras,... Algo iba a pasar allí esa noche. 


Fuimos al cibercafé a tomar un jugo de frutas, bajar una méteo actualizada, chequear el mail y consultar algunos vuelos. Lo normal en nosotros. La mañana era luminosa y la bahía a rebosar de veleros se veía espectacular. En el espejo de agua no cabía ni un bote más. Aún así, todos estaban a la distancia de seguridad unos de otros y la navegación entre ellos era cómoda.


En uno de los locales anunciaban un "Menu Especial Full Moon" y nos programamos para darnos un pequeño homenaje y cenar allí esa noche.
Bajamos del Rebeca pronto. Sobre las siete y media. Ya de noche, por su puesto. El ambiente ya era tramendo. En el embarcadero de dingys ya tuvimos problemas para encontrar un hueco. Todos los locales bares chiringuitos y garitos tenían mesas enfrente con gente cenando y/o bebiendo. Todos tenían música en vivo. Cada uno en un género musical, pero siempre afín a estas latitudes (Calypso, Reggae, Jazz, Dancehall, ...)
La Luna Llena, la esperada y homenajeada Luna Llena, se personó sobre todos nosotros. Como en un rito ancestral, las bolas de forja repletas de leña fueron prendidas, y también esos muñecos de hierro. Las músicas caribeñas sonaban por toda la playa. Los zancudos paseaban entre la gente y todos querían hacerse una foto a sus pies. Una artista del Circo del Sol hizo sus acrobacias con los lazos de seda blancos desde una grúas y una bailarina danzaba a ritmo de la música haciendo sombras chinescas en un gran circulo de tela puesto sobre el tejado del Ciber Café, donde Alex y yo cenamos ese plato combinado de Costillas de Cerdo, Pollo al Carbón, Mazorca de Maiz, patata asada , arroz y vegetales. Todo muy picante. Para animarte a seguir con otra cerveza.
Y así lo hicimos. Tomamos una aquí y otra allá. Todos estaban celebrando y, sin embargo, el ambiente era tan festivo como tranquilo. Incluso familiar. Había niños por todas partes. Todo estaba repleto de gente, pero no se oían voces, sino música.


Nos acercamos hasta el LOOSE MANGOOSE. Sencillamente A d m i r b l e. Otro estilo. Más tranquilo... aparentemente. De ambiente un poco más mayorcitos, pero de esos que tienen el corazón de niño. El trío que allí estaba actuando, vocal, teclados y batería, llenaron por completo su espacio. Todos estaban bailando y con esas risas flojas de los que llevan un puntito chisposo. La marcha que el de los teclados imprimía a todo el local y no soy capaz de describirla con palabras.

La Luna fue caminando en el cielo sobre las luces de fondeo de los palos de los barcos. Las ascuas de la leña de las bolas de fuego se fueron apagando. Pero la música seguía y seguía. Todos seguían allí. La magia celestial había vuelto a impregnar a todos aquellos humanos.


Bienvenida sea tu magia. Te esperaré con renovados ojos dentro de 28 días. 


Alberto